Testimonio de Terapia
Deshaciendo Nudos
Me llamo Elena y aunque en mi DNI dice que tengo 42 años, en realidad tengo menos de 1 año…el tiempo que hace deje la terapia en Galene y empecé a vivir…lo anterior era sobrevivir.
En Galene aprendí quién soy, qué me gusta, cómo hay personas o situaciones que me pueden condicionar si yo no hago nada, cuál es mi verdad y cuál la de los demás, que querer a alguien es diferente de esperar algo, y que a parte de obligaciones tengo derechos.
Ahora me entiendo a mi y claro, entiendo mucho mejor a los demás. El proceso no fue rápido y me costó, aunque lo que creo que me costó más fue confiar y desconectar la cabeza para poder entender a mi corazón, el resto con la guía de Maca y la ayuda de mi grupo fue fluyendo de manera que todo aquello que era un conflicto, un nudo que no me dejaba respirar, pude irlo entendiendo y deshaciendo.
Pasé de ser una persona condicionada, triste, con reacciones que ni a mi misma me gustaban y que no sabía con qué soñar, a tener ilusiones, a querer hacer y lo mejor, a verme capaz. No sé si volveré a sentir la angustia con la que llegué a Galene, si fuera así, volvería igual que uno sólo vuelve al médico cuando se encuentra mal o le duele algo. Igual que busco ayuda para cualquier cosa simple que quiera hacer en la vida, la ayuda si necesito no sufrir la buscaría en Galene
Testimonio de Terapia
Relación Terapéutica como soporte de mi terapia
Me cuesta poner en palabras la importancia que ha tenido la relación con mi terapeuta en la cantidad de cambios que se han producido en mi, y por ende, en mi vida. Precisamente porque hay cosas de la relación que son tan intangibles como la calidez de una mirada comprensiva, o sentir el calor de una abrazo acogedor en mitad de un miedo y una desesperanza muy profundas.
Siento que tengo que decir algo impactante o que tenga un sentido terapéutico, pero lo cierto es que cuando pienso en cómo la relación terapéutica ha contribuido a mi proceso, lo que me viene a la mente son los ojos de Pepe llenos de confianza y amor hacia mi, cómo me acoge cada vez que me ve, el calor que me transmite con sus manos, y lo abierto y disponible que lo siento en cada sesión.
Aunque ya había oído hablar de Pepe, la primera vez que lo vi fue en un concierto de un amigo. Nos presentaron y nos dimos un abrazo que inició este camino que ya lleva 7 años de andadura. Mucha gente me preguntaba si no me sentía mal al haber conocido a mi terapeuta fuera de la consulta, si no era improcedente que esto pudiese suceder. Pero por si a mi me quedaba alguna duda, se disipó al ir a terapia y firmar el contrato con las 4 reglas de obligado cumplimiento, entre ellas la de No sexualización. Me tranquilizaron mucho desde el principio. Y creo que han sido esenciales para que se pudiese dar esta relación limpia y adulta que ahora tenemos y que me ha hecho descubrir tantas cosas sobre mi, los demás y mis relaciones.
Cuando comencé terapia quería saber qué me pasaba, crecer, dejar de sentirme mal, no volver a cagarla en mis relaciones de pareja, ni elegir a hombres tan dañinos, trabajar en lo que me gustaba, resolver algunos problemas importantes con mi familia, y buscaba “herramientas” que me ayudasen a ello. Sin embargo, a pesar de haber descubierto cómo funciono en muchos aspectos, cuánto lastre acumulaba, mecanismos que me mantenían en juegos patológicos y muchas cosas más imprescindibles para mi avance, siento que lo que realmente me ha sanado es el amor que sostiene esta relación. Ha sido el sentir que Pepe sabe que soy una persona maravillosa y confía en mis recursos para desplegar mi potencial. Ha sido el aliento constante en todas las situaciones. Ha sido el acompañamiento, seguro y firme pero amable siempre. Ha sido la forma en que he sentido que ponía sus conocimientos al servicio de mi proceso según fuésemos necesitando. Ha sido saber que su prioridad es que me sienta bien, no demostrar lo mucho que sabe. Saber que me considera preparada para ser responsable de mi proceso aunque tarde años en descubrir algo que él vio el primer día.
Al principio pensaba que en esta relación en la que yo era la parte necesitada de ayuda, mi contribución se reducía poco menos que a lo económico. Pero he ido descubriendo que no es así, que este proceso tampoco hubiese sido posible si yo no fuese importante para Pepe, si no me quisiese, si no nos gustásemos como seres humanos. Y este intercambio ha sido y es sin duda, lo que más me ha ayudado a incorporar todos esos conocimientos y descubrimientos, a hacerlos vivencia en mi. Saber sobre la empatía es muy diferente a sentir que alguien está siendo empático conmigo. Que me digan que confían en mi cambio es muy distinto a notar la certeza de que ve en mi un poder con el que quizá yo aun no conecto. Y es eso lo que sana. Los conceptos, son eso, conceptos y palabras con las que necesitamos explicarnos para una buena comunicación, pero la salud, la carne, el cuerpo y las emociones, no se manejan con palabras, necesitan carne y energía fluyendo para que esas palabras y esos conceptos estén llenos de sentido. Y yo he notado que al vivir estas palabras y conceptos, que voy a resumir en amor al ser humano que hay en mi, he podido ir creciendo, he podido florecer, he podido respirar, he podido amar y amarme con una calidad desconocida antes para mi.
Estoy enormemente agradecida a Pepe, y a todo el instituto Galene, por estos años maravillosos y porque me ha cambiado la vida.
Porque hoy experimento la felicidad hasta en momentos difíciles. Y estoy muy agradecida de poder contar mi experiencia aquí por si ello puede contribuir a que más pacientes-clientes puedan sanarse experimentando este tipo de relaciones tan necesarias.
María
Testimonio de Terapia
Buscaba
Me buscaba desde hacia tiempo. Me echaba de menos. Intuía cuando todo se rompió dentro de mí y empecé a sobrevivir, más que a vivir. Muy en el fondo, sabía que las cosas podían ser distintas, que la vida era otra cosa.
Vivía, sobrevivía, sorteaba los reveses de la existencia como podía, pero no era yo del todo, no daba lo mejor de mí, no brillaba, no mostraba todo mi poder. Sufría, ansiosa de vida, de calma, de sonrisas. ¿Dónde está? ¿Cómo se hace? ¿Qué se hace con la rabia? ¿Qué se hace con la tristeza? ¿Es así como se llora? ¿Es así como se ama? ¿Cómo se ríe? ¿Cuándo?
Así llegue a Galene. O Galene llego a mí. Asustada, desconfiado del ser humano, llena de preguntas sin respuestas, de emociones latentes que creía controladas, pero me desbordaban, de pasado errante y triste, con un futuro borroso y confuso frente a mi, especialista en mantenerme a flote, en vivir las cosas por encima. Equivocada. Pero llena de vida.
Y empezamos. Y no fue fácil. No es fácil, pero si fascinante. Yo, viajera del mundo, emprendí el viaje más fantástico, salvaje y emocionante. Un viaje hacia dentro, hacia mi misma, hacía mi yo de entonces, de ahora y el que dibuja su futuro con trazo firme y asertivo.
Y me equivoco, y lo lloro y lo grito, y entonces me vuelve la sonrisa, me reconcilio conmigo y vuelta a empezar. Y no estoy sola, ya no me siendo tan sola. Está Pepe y mi grupo de los martes por la tarde. Sus sonrisas, sus caricias, sus abrazos y su calma. Sus consejos. Y sus miedos, sus inseguridades, sus preocupaciones.
Arreglando el allí y entonces. Asentando el aquí y el ahora. Visualizando un futuro prometedor. Haciendo que las cosas sean como tienen que ser, como tenían que haber sido.
Ahora se. Ahora se que las cosas pueden ser distintas. Si, estaba en lo cierto.
Me perdono el pasado, me lamo las heridas y me enfrento a la vida cada vez menos asustada, con ganas de todo, aceptando los desafíos de la existencia, aceptando mis responsabilidades en el asunto, sin fustigarme, sonriendo al futuro, creciendo, madurando, tolerando, respirando hondo. La risa, sobretodo, el sonido de mi risa, de mis carcajadas, ¡existía!
Y aún queda camino, pero cada vez voy por ahí con menos prisa. ¿Qué más lindo que el aquí y el ahora? Un día a la vez.
Gracias, gracias a todos. A todos los que estáis cerca de mi en mi proceso. A ratos entusiasta, a ratos agotador. Gracias. Entre todos, conmigo a la cabeza, estamos consiguiendo remendar mi vida, y que las cicatrices estén cada vez más difuminadas. Y yo soy mejor persona, y el mundo se beneficia, el universo se beneficia, y todos nos reímos más.
Laura
Testimonio de Terapia
Estaba ciego y ahora veo
No soy una persona religiosa, ni muy espiritual, soy un humanista convencido, pero no logro pensar en una frase que describa mejor lo que siento respecto a la terapia y lo que provoca en uno.
Durante años, sentí dentro de mi contradicciones, rabia y miedos que me tenían completamente atenazado, y poder verlos y mirarlos a la cara, me ha liberado en más de un sentido. Es un proceso duro, complicado y no muy agradable en mucho de los casos, y sin embargo, no dudo al afirmar que es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida.
Yo empecé la terapia, como casi todas las personas que la hacen, por un motivo concreto del aquí y ahora, y después de siete años, miro atrás y me doy cuenta de todas las cosas que he resuelto, perdonado y superado. Podría hablar de los mil ejemplos por los que me alegro de haber realizado este proceso; dejé de fumar después de 16 años; me saqué el carné de conducir a los 33; trabajo en lo que siempre he querido trabajar; y logré, por fin, tener una relación de pareja sana y adulta, y ahora estoy esperando mi primera hija. Pero en realidad, si lo pienso bien, por lo que más me alegro de haber hecho terapia, es por la paz que tengo en el corazón después de todo el miedo que he sacado fuera. Un miedo que tenía mi vida paralizada y en suspenso. Un miedo que me impedía avanzar y hacer lo que realmente quería hacer con mi vida.
Y tengo que hablar de mi terapeuta… qué decir de mi terapeuta. Supongo que habrá una ración grande de transferencia, pero haberme encontrado con ese hombre es uno de los regalos de mi vida. Su generosidad, su cariño, su talento y sabiduría, han sido vitales en mi cambio. El tipo de terapia que hacemos es grupal y por lo tanto mis compañeros de grupo son tan importantes en el proceso como el propio terapeuta, y en esto también he tenido fortuna, porque han sido todos, seres maravillosos y luminosos. El vínculo que se crea con el terapeuta y los compañeros es una de las cosas más asombrosas que he descubierto en este viaje. Tanto, tanto amor…
Cada quince días, cuando toca ir a terapia, no puedo evitar pensar que es un gusto ir, y ver a mis compis y a mi querido Pepe, y sacar emociones a su lado, y sanar el “allí y entonces” para poder disfrutar a tope del “aquí y ahora”. Y por supuesto, que hay veces que siento que puedo caer en los antiguos patrones de comportamiento, pero la diferencia es que, de inmediato, me doy cuenta de ello, y veo la patología como si llevase gafas de visión nocturna, logro ver el daño, y eso me libera, porque una vez que logras verlo, no hay vuelta atrás.
Como decía antes, estaba ciego y ahora veo.
Antonio